#EnPrimeraPersona #TuFasPaper | Blog de Carla Ballester Bordera, técnica de igualdad del Ayuntamiento de Ontinyent y vecina de Ontinyent. Cooperante técnica, en el ámbito de la igualdad y de la incidencia política de las mujeres, durante un mes, mediante el proyecto “Especialista Municipal Voluntario/aria” del Fons Valencià per la Solidaritat, en la ciudad de Sucre (Bolivia), junto con la ONGD Centro Juana Azurduy

Hoy he descubierto una canción que decía, «y encontrar un lugar donde ir a parar, donde el sol nos cuidará», puede ser la explicación más simple y con más sentido de todo lo que he aprendido en Sucre.

Empiezo así estas líneas porque contar todo lo vivido en el Centro Juana Azurduy, va a ser un poco complicado.

En algún día de enero (no recuerdo con exactitud), entré a la página web de “Especialista Municipal Voluntario/a” del Fons Valencià per la Solidaritat. Yo sabía que en ese periodo iban a salir las convocatorias para poder desarrollarme como profesional, o bien en algún lugar de Ecuador o de Bolivia. Un 6 de abril recibí un correo que decía: «después de reunirse la comisión de valoración del Programa “Especialista Municipal Voluntario/a” para su X Edición, te informamos que has sido seleccionada para cubrir la plaza 13: IGUALDAD: DESARROLLO LOCAL E INCIDENCIA POLÍTICA – CENTRO JUANA AZURDUY – BOLIVIA, ¡enhorabuena!» Siendo sincera, no fue la plaza que puse como primera opción, porque esto que decía de incidencia política, no sabía muy bien que quería decir, pero, qué poco de tiempo me hizo falta para entender el trabajo de mis compañeras, Las Juanas, en el Centro Juana Azurduy. No sabría describir muy bien lo que he podido sentir, o lo que he podido aportar a este equipo humano, pero sí que puedo escribir lo que yo he aprendido, lo que me he podido llevar de estas personas tan profesionales e involucradas en su trabajo.

Desde el primer día que llegué, aquellas mujeres desconocidas para mí, (de momento), me esperaban en casa, Sandra y Selmi me prepararon un “mate de coca” caliente, muy caliente. La primera tarde, entre el “jet lag” y lo cansada que estaba, Jimena, me llevó a recorrer un poquito aquella ciudad, la cual se convertiría en casa por 33 días, después fuimos a su casa con Svenia a tomar té.

Las mañanas de trabajo pasaban entre la organización y coordinación del día, un “tecito” a media mañana, un “paroncito” para comer, y otra vez vuelta al trabajo para continuar con la organización de los talleres, hasta las 18:30 horas de la tarde. Pero antes de que acabara la jornada, siempre había tiempo para bajar con Henry a comprar algo para picar. Gracias a mis compañeras he podido aprender a hacer estrategias, donde la finalidad era empoderar y formar a organizaciones de mujeres, para que después fuesen ellas las que incidieran política y activamente en los gobiernos. De este modo, se formaba un tejido asociativo entre diferentes organizaciones de mujeres. Para realizar estas reuniones, coordinaban los espacios y diseñaban con exactitud, cada acción que querían llevar a cabo.

Una de estas acciones, en la cual yo era la encargada con otra compañera, Noelia, teníamos que diseñar el Plan Estratégico de Incidencia Política para el Anteproyecto de Ley Municipal de Corresponsabilidad de las Curas. Este trabajo fue muy gratificante, porque trabajé codo a codo, con la que ya es amiga mía. Además de este plan estratégico, pude formar parte de los talleres impartidos para la formación del profesorado de secundaria en la educación de la no violencia y la paz. De la mano de mis compañeras, Natalie, Bea y Eulogia, aprendí a como dinamizar un grupo de profesorado grande, y a como dejar marca haciendo un taller de formación. Y todo este equipo, que acabo de nombrar, dirigido por la mejor coordinadora que podría tener, Gretel, una mujer sabia, con inquietudes, con una respuesta para todo, tranquila y extrovertida al mismo tiempo.

Los días se pasaban rápido, y no era consciente que en menos tiempo del que yo me pensaba, estaría regresando a València, qué pena. Si hubiera podido me hubiera quedado con ellas, las que me abrieron las puertas de su casa, para compartir conmigo, una desconocida, su día a día. Esta experiencia ha sido profesional, pero sobre todo ha sido personal, porque he conocido a personas maravillosas, que ahora forman parte de mi vida.

Y a ellas dedico este escrito, a las que hicieron de mi estadía en Sucre, una de las mejores experiencias de mi vida, y como siempre dijimos en Quechua: TINKUNAKAMA, Hasta que nos volvemos a encontrar.

Carla Ballester Bordera