#EnPrimeraPersona #TuFasPaper | Blog de Noelia Márquez Abellán, técnica de Turismo del Ayuntamiento de Xixona y vecina de Xixona. Cooperante técnica, en el ámbito del turismo, durante un mes, mediante la XI Edición del proyecto “Especialista Municipal Voluntario/a” de 2024 del Fons Valencià per la Solidaritat, en el municipio de San Ignacio de Velasco (Bolivia), junto con la contraparte local Centro para la Participación y el Desarrollo Humano Sostenible (CEPAD).

Durante el ejercicio 2022, el Fons Valencià per la Solidaritat y la Generalitat Valenciana financiaron e iniciaron la ejecución del proyecto de cooperación internacional municipalista titulado “El turismo en Chiquitos: una apuesta por el desarrollo con rostro de mujer”, desarrollado con la colaboración en Bolivia del Centro para la Participación y el Desarrollo Humano Sostenible (CEPAD). Este proyecto, con San Ignacio de Velasco como uno de sus territorios de incidencia, incluyó la creación de la Ruta Turística “Manos Chiquitanas”, que tiene a la Fábrica de Café Chiquitano Minga como uno de sus principales actores. Mi asistencia técnica, mediante la XI Edición del proyecto de cooperación técnica del Fons Valencià, la AECID, la CONFOCOS y la FVMP “Especialista Municipal Voluntario/a”, vino a reforzar este trabajo iniciado en el marco de dicho proyecto, colaborando en la promoción de la sostenibilidad y el ecoturismo en la región.

Y todo empieza un día después de las fiestas patronales de mi ciudad, Xixona: el lugar más dulce del mundo. El 26 de agosto tuve la oportunidad de iniciar mi participación en “Especialista Municipal Voluntario/a”, lo que me llevó a San Ignacio de Velasco (Bolivia). Como técnica experta en turismo sostenible del Ayuntamiento de Xixona, mi misión fue colaborar con las comunidades agrícolas locales y la Fábrica de Café Chiquitano Minga para promover el ecoturismo y el desarrollo sostenible. Esta estancia de trabajo cooperativo, llena de emociones, aprendizajes y encuentros humanos, me permitió descubrir que el café en San Ignacio es mucho más que una bebida: es un verdadero símbolo de identidad, tradición y trabajo colectivo.

Mi aventura comenzó con una mezcla de emoción y curiosidad. Nada más llegar a la estación de autobuses de Santa Cruz, un bullicioso punto de encuentro entre viajeros/as y vendedores/as, me sumergí en el caos ordenado de esa ciudad vibrante, donde lo primero que hice fue comprar un dulce de “turrón” mientras esperaba el bus hacia el oriente boliviano. A medida que el viaje avanzaba hacia San Ignacio de Velasco, la anticipación por lo que me aguardaba se fue intensificando. Ya en San Ignacio, me adentré en una comunidad indígena dedicada al cultivo del café orgánico, donde comprendí que cada grano es el reflejo de un profundo conocimiento ancestral, un respeto por la tierra y un firme compromiso con la sostenibilidad.

Durante mi estancia, mi misión fue colaborar con los/las agricultores/as, en su mayoría mujeres, para integrar el ecoturismo como una estrategia que diversificara sus fuentes de ingreso e hiciera más sostenible su producción. En la Fábrica Minga, una de las más destacadas de la región por su compromiso con el comercio justo, tuve la oportunidad de trabajar codo a codo con las mujeres productoras, quienes son las verdaderas artífices de la calidad excepcional del café. A través de diversas actividades, como talleres de marketing y comunicación, ayudé a las integrantes de la Cooperativa a contar su historia, destacando la relevancia de su rol en la cadena productiva del café y su impacto en la economía local.

Además, creamos experiencias turísticas que permiten a las personas visitantes conocer de cerca todo el proceso de producción, desde la siembra hasta la taza, brindando una visión integral del trabajo y la dedicación que hay detrás de cada grano.

Uno de los momentos más conmovedores fue caminar entre los “chacos” de café, donde los/las agricultores/as no solo cosechaban, sino que vivían “La Minga”: una tradición de cooperación y trabajo solidario, dirigida hacia un objetivo común, que se realiza de forma comunitaria y se celebra con “chicha” y “salteñas”, dos de los manjares más deliciosos que he tenido el privilegio de probar. Más que un simple trabajo, era un ritual colectivo que se transmitía de generación en generación, con el propósito de garantizar el futuro de todos/as. A través de prácticas ancestrales y técnicas sostenibles, no solo cultivaban, sino que también protegían el ecosistema, preservando el delicado equilibrio con el que habían convivido durante siglos. En ese espacio, comprendí que el café de San Ignacio no es solo un producto de consumo global, sino una profunda expresión de resistencia y sabiduría ancestral frente a los desafíos del cambio climático y la globalización.

Más allá del aspecto técnico de mi labor, me convertí en un puente para contar la historia de estas comunidades.

Un recuerdo que siempre llevaré conmigo es el de Don Juan, un trabajador veterano de la Fábrica de Café, quien me enseñó que el café no solo tiene sabores, sino también historias, texturas y aromas que varían según el proceso de elaboración. Con más de 40 años de experiencia, su pasión por el café me hizo comprender la verdadera magia que hay detrás de cada grano: una magia que no solo se siente al saborearlo, sino que se respira en cada rincón de la Cooperativa.

No pude irme del lugar sin hacerles una tortilla española, la primera tortilla de patatas que hago en mi vida. Y no sé si era la suerte de la principiante, pero hice la mejor tortilla de patatas del mundo, ¡quedaron alucinados/as!

Mi experiencia en San Ignacio de Velasco fue, sin duda, una lección de vida. Me fui con la certeza de que el turismo es mucho más que una herramienta para generar ingresos. Es una forma de conectar a las personas con sus raíces, con su cultura y con el profundo respeto por su entorno. En San Ignacio y en la Cooperativa Minga, el turismo tiene un propósito claro: fortalecer la economía local, preservar el patrimonio cultural y fomentar un futuro sostenible.

Al regresar a casa, mi mochila estaba llena de aprendizajes y recuerdos, pero, sobre todo, de una profunda admiración por las comunidades que, día a día, demuestran que, a pesar de las dificultades, se puede seguir adelante con esperanza y dedicación. Y aunque mi labor fue técnica, el mayor regalo de esta experiencia fue haber podido compartir con ellos la belleza del café, no solo como un producto, sino como un sueño que, con esfuerzo y colaboración, se puede cultivar para el mundo.

Noelia Márquez Abellán

La XI Edición del proyecto de cooperación técnica “Especialista Municipal Voluntario/a” del año 2024 del Fons Valencià per la Solidaritat cuenta con la cofinanciación de la Agencia Española de Cooperación Internacional al Desarrollo (AECID) del Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación del Gobierno de España, y con las colaboraciones de la Federación Valenciana de Municipios y Provincias (FVMP) y de la Confederación de Fondos de Cooperación y Solidaridad (CONFOCOS), de la cual forma parte el Fons Valencià.